Parecía que volvíamos otra vez a la civilización moderna cuando aterrizamos en Singapur, y con todo lo que eso significa, que ya no vamos a comer por 3 euros y que los hoteles no cuestan 10 dólares sino 40, pero también ganamos un poquito de comodidad. No tiene nada que ver con el resto del sudeste… mientras que los países de alrededor están por desarrollar, en Singapur todo es nuevo, todo funciona, hay un buen nivel de vida y hay un montón de servicios (incluído el metro que ya lo echábamos de menos).

Dicen que la mayoría de los servicios de la ciudad y las normas de “convivencia”, las hicieron basándose en las mejores prácticas que había en el mundo. Y al final ¿qué ha resultado? Pues que es una ciudad donde todo funciona muy bien y las cosas están muy organizaditas pero en donde hay normas para todo que al final acaban resultando más molestas que otra cosa. Por ejemplo: en algunos sitios no s puede comer chicle, en el metro te ponen una multa de 1.000 singadollars si comes o bebes, y lo que más nos sorprendió para bien, que se respetan los semáforos. Teniendo todavía muy reciente la experiencia de cruzar una calle en Vietnam, cuando en Singapur un coche se paró en un paso de cebra no podíamos dar crédito.

La ciudad no tiene mucha historia como tienen sus vecinos del sudeste, pero hay una mezcla de culturas que hacía que cada 5 minutos estuviéramos en un barrio diferente que parecía que nos transportaba a otro país. En Chinatown hay un mercadillo con un montón de tenderetes súper curiosos en los que no faltaba el gato dorado que no deja de saludar, con un templo de 5 plantas donde justo coincidimos con la hora de los rezos y nos encontramos con un montón de señoras y monjes sentados en fila leyendo todos los textos de Budha. En Little India nos encontramos con un montón de tiendas de telas súper coloridas para hacernos un sari, y unos templos donde había vacas de todos los colores en los muros y un montón de figuritas que parecían sacadas del cortilandia.

Como no podía ser de otra manera, aquí hemos aprovechado para visitar al San McDonalds unas cuantas veces, hasta que el último día descubrimos un bar español y no pudimos resistirnos a pedirnos una paella, que nos la pusieron con alioli y todo y se nos caían las lágrimas.


Pues nada familia, pasamos de Singapur a la India con muchos nervios y sobre todo muchas ganas. Os seguiremos informando desde el frente, un beso a todoooooooooos

Paula y Jaime

Publicado por Jaime y Pau domingo, 27 de junio de 2010

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