La ciudad está rodeada por los Andes, con lo que ya el escenario es impresionante. Está muy bien cuidada, con una avenida principal en la que están la mayoría de las universidades, con mucha zona peatonal y calles amplias, y un metro que no tiene mucho que envidiar al de Madrid salvo que es un poco más pequeño. La ciudad tiene distintos barrios y cada uno es para un determinado nivel social, y los típicos barrios son el barrio Brasil, Londres y París, cada uno con su encanto dependiendo de si lo que se busca es zona de bares o algo un poco más residencial.
La típica plaza a visitar es la Plaza de Armas donde está el edificio de correos y un par de museos, que acabamos visitando uno sobre la historia de Santiago para “culturizarnos” un poco sobre la historia del lugar.
Otra visita obligada es la del mercado de la ciudad, que tiene muchos puestos vendiendo pescado y está rodeado por pequeños bares donde te encuentras gente bebiendo cervezas desde las 8 de la mañana hasta los propios comerciantes que comen por allí. No somos muy fans del pescado así que seguimos nuestra visita hacia lo que nosotros llamamos “Atochita”, que es una antigua estación de trenes preciosa sobre la que incluso Neruda dedicó alguna poesía. Está acristalada y la pena es que ya no es un punto de transporte de la ciudad y sirve como museo y galería de arte.
Hay varios puntos desde los que se puede tener una vista un poco más elevada de la ciudad, como son el cerro Santa Sofía y el San Cristóbal (aquí no hay montañas, hay cerros porque para montañas ya están los Andes). El Santa Sofía es más pequeñito, pero es precioso porque está todo rodeado de árboles y está en plena ciudad. El San Cristóbal está un poco más alejado y para subir hay que montarse en un funicular y ves toda la ciudad completamente, amurallada por los Andes.
Para despedirnos de la ciudad y como ya viene siendo una costumbre en nosotros, fuimos a visitar la bodega más importante del país que es la Concha y Toro. La bodega es enorme y tienen la última tecnología en cultivo, controlan la humedad y necesidad de agua de cada cepa por ordenador. Las barricas para fermentar los vinos se guardan en habitaciones con aire acondicionado que desprende gotitas de agua para que el ambiente sea frío y además húmedo. Una de las curiosidades de Concha y Toro es que producen un vino bastante conocido en otros países, que es el Casillero del Diablo. La historia cuenta que el dueño de la bodega se reservaba los mejores vinos para él en una habitación especial (no era tonto el señor), pero la gente que trabajaba para él y que vivía en los alrededores se dio cuenta y le empezaron a mangar botellas. Para no llamar a la policía y armar follón y sabiendo que la gente del campo era muy supersticiosa se inventó la historia de que en la habitación especial del vino vivía el diablo, y de ahí el nombre que se le da al vino. Al final nos llevaron a una habitación con la sumiller de la bodega para probar 4 vinos distintos que producía la firma y nos contó cómo olerlos, la comida con la que se debían servir…. Al principio es imposible reconocer ni un solo olor, pero al final nos hizo oler la primera copa y la cuarta y la verdad es que ahí nos sentimos absolutos entendidos del vino porque sí se notaba la diferencia.
Eso es todo por hoy familia.
Un beso muy fuerte a todos, chaooooooooooooooooooooo
Habeis encontrado vuestra verdadera profesión. ¿Y si os dedicais al vino de lleno?. No se si os dará para vivir, pero....felices seguro que sí y siempre riendoos sin saber por qué.
Hasta vais a ser expertos en vino, no está mal eso de viajar y disfrutar un poco de los caldos del país.
Esperamos con expectación la aventura del Atacama.
Besos y abrazos.
Jaime y Montse
Como llevaba un par de días sin entrar en el blog, hoy me he pegado un atracón. Entre las fotos de paisaje no faltan nunca las que demuestran que Jaime se ha adaptado bien a todo tipo de comida (y de bebida) y además con cara de felicidad. ¡Lo que hace la necesidad¡
Nos vemos en Atacama
Pilar